Entrevistas

Cómo afrontar un duelo compartido por la muerte de tantas personas, o cómo es vivir en The Leftovers

En esta entrevista, Víctor M. González de Revista GQ – España; conversa con Mariona
Xauebet, del Centro de Psicología Dendros – España Charlamos sobre cómo afrontar
un duelo, y si existe uno compartido.
¿Conoces The Leftovers? Es la serie creada por Damon Lindelof, guionista
de Perdidos, y emitida en HBO, que hace unos años nos hablaba de una realidad en la
que el 2% de la población ha desaparecido de forma misteriosa, de repente,
esfumándose, sin motivo ni explicación. Como imaginas, los que se quedaron (de ahí el
título) se enfrentaron entonces a multitud de cambios en todos los aspectos de su
vida, y los más difíciles de abordar fueron los emocionales, claro. ¿Qué sucede
cuando no te puedes despedir de tus seres queridos? ¿Cómo afronta el mundo
un duelo compartido por la marcha de tantas personas?
Son preguntas que, proponiendo un reflejo de actualidad, nos parecen tristemente
oportunas hoy, en un escenario que no solo nos ha obligado a recolocar el marco
mental a través del que miramos y entendemos, sino también el psicológico, a través
del que sentimos. ¿Cuáles son las particularidades de haber perdido a alguien
cercano durante la crisis sanitaria? ¿Existe un proceso de aceptación colectivo que
estamos encarando todos, como comunidad? Le planteamos estas cuestiones, y
algunas más, a Mariona Xaubet, psicoterapeuta en el Centro de Psicología
Dendros y especialista en el tratamiento del trauma psicológico.

Empezamos por el principio. ¿Cuáles han sido las diferencias entre afrontar una muerte
durante la crisis sanitaria respecto a la antigua normalidad? “La pérdida de un ser
querido siempre es una experiencia dolorosa, pero las circunstancias de la muerte son
relevantes. Uno de los aspectos más importantes a nivel emocional en esta situación
ha sido el hecho de no poder acompañar a la persona tanto en el proceso de la
enfermedad como en el final de la vida y la muerte”, explica.

Cómo afrontar un duelo en la crisis sanitaria
“Por un lado, pueden aparecer muchos pensamientos acerca de si la persona sufrió, si
estuvo bien atendida, en qué pensaba o qué necesitaba al final de su vida, como
también pueden aparecer sentimientos de culpa por no haber estado a su
lado”, desarrolla Mariona. “Por otro, el hecho de no poder despedirse, de no tener un
espacio para decirle aquello a lo que necesitamos poner palabras y recibir de nuestro
ser querido”.
“La ausencia de esto puede dificultar el proceso posterior de conectar con la realidad
de la pérdida y procesar la experiencia. Si bien la sensación de incredulidad y
cierta desconexión en los primeros momentos es algo muy natural, en los casos en
los que no nos hemos podido despedir ni tampoco realizar rituales sociales, como
velatorio o entierro, que implican la vivencia del cierre de una etapa e inicio de otra,
puede dificultar la evolución del duelo”, comenta.
Hay quienes no han visto fallecer solo a un ser querido, sino a varios, algo que
tenemos asociado a tragedias como accidentes, y que aquí se unen en un contexto
complicado. “Cada pérdida requiere un proceso de duelo, por lo que en el caso de
quienes han perdido a varias personas, o bien con mucha proximidad temporal, habrá
que dedicar espacio a la elaboración de cada pérdida, de nuestro vínculo con
cada uno de ellos, de las expectativas y planes de futuro”, plantea. “Es una
experiencia potencialmente difícil, y nuestro mundo puede quedar afectado más
ampliamente”.
El impacto emocional y sus consecuencias
La crisis sanitaria ha supuesto importantes retos para profesionales como Mariona. Y
todavía no ha terminado. “En consulta hemos observado un impacto emocional a
muchos niveles. En ocasiones tiene que ver con la pérdida de un ser querido, otras
con el hecho de haber estado expuestos a situaciones estresantes y traumáticas y
otras con un cúmulo de experiencias que es necesario atender y acompañar”,
reflexiona. “Estas situaciones se siguen presentando, y lo más probable es que en los
próximos tiempos aparezcan dificultades relacionadas con este impacto a medio y
largo plazo”.

En el panorama actual, cuando en ocasiones parece que volvemos al escenario más
peliagudo de la crisis sanitaria, el concepto de responsabilidad es
importantísimo. Escuchamos y leemos casos de personas que no siguieron las
indicaciones institucionales y que temen haber sido responsables de la enfermedad
de familiares. ¿Cómo juega eso en el duelo? “Podría darse la posibilidad de que
experimenten un sentimiento de culpa al pensar que sus actos o decisiones han tenido
un impacto en la pérdida de su ser querido, lo que sin duda puede dificultar la
situación”, alerta Xaubet.

“En ese caso, se trataría de un proceso de dotación de significado de la experiencia
para cada persona, a partir de la toma de conciencia de las propias decisiones y
consecuencias a nivel realista, y de elaboración de las emociones relacionadas. Se
trata de transformar la culpa en responsabilidad para avanzar en un proceso de
perdonarse a uno mismo y encontrar una congruencia interna entre lo que se piensa,
se siente y se hace”, añade. “Se podría definir como un proceso de sanar el pasado
para orientarse al presente y al futuro desde dicha congruencia”.
Cómo afrontar un duelo: las etapas
Pero, ¿cuáles son las etapas que atraviesa una persona en duelo? Tal vez lo sabes,
pero no está de mal recordarlo. “Las fases son un esbozo de patrones generales, pero
en ningún caso son universales ni tienen por qué presentarse del mismo modo en
todas las personas. En casos como los que abordamos, la realidad de la pérdida puede
resultar imposible o muy difícil de asumir, y podemos experimentar un primer
estado de shock, que se considera en la esfera de la evitación. Nos tenemos que
centrar en aspectos prácticos que hay que resolver, sobre todo cuando hay personas a
nuestro cargo, y es importante centrar los esfuerzos en mantener una estructura en
relación a las necesidades básicas de alimentación, descanso, actividades reguladoras
como el ejercicio, paseos…”.
“En la fase de evitación, se puede ir oscilando entre una sensación de irrealidad o
desconexión, un mecanismo de nuestra mente para protegernos, con irrupciones de
dolor muy intenso al tomar conciencia de que la pérdida realmente ha sucedido”,
asegura. “Lo más saludable es que las personas vayan conectando con todas las
emociones, sumiéndose muchas veces en un dolor profundo, con gran tristeza,
desesperanza, rabia, impotencia, dificultades en el sueño o la ingesta,

ansiedad, nerviosismo y agitación, entre otros, en la fase de asimilación. Nos
podemos sentir desenergizados y es común que se restrinja la actividad e implicación
en objetivos y relaciones, pero es muy importante disponer de un buen apoyo social
donde ir expresándose”.
“A medida que se va aceptando la pérdida, es probable que en la fase de
acomodación vayamos retomando un nivel de estructura más estable en nuestra vida
y nos vayamos implicando de nuevo en objetivos. De alguna forma nuestro mundo
vuelve poco a poco a ensancharse, nos sentimos con mayor capacidad de regular
nuestras emociones y se restauran nuestros hábitos”, finaliza. “Está muy extendida la
idea de que el duelo dura un año, pero no se puede poner prisa a las
emociones. Lógicamente el primer año conlleva significados concretos: el
primer cumpleaños del fallecido, las primeras navidades, el primer aniversario de la
muerte…”.
La idea del duelo compartido
Como afirma Mariona, hay un duelo diferente para cada persona. Y se puede
complicar. “Cuando alguien siente que se queda bloqueado en algún punto del camino,
porque le resulta difícil conectar con la realidad de la pérdida, o porque se sume en
una desesperación constante que afecta a su funcionalidad en las diferentes esferas de
su vida, dicho bloqueo puede conllevar el desarrollo de diferentes síntomas”, alerta.
“Los trastornos depresivos y de ansiedad son susceptibles de desarrollarse en
estos casos, pero no deben confundirse con síntomas ansioso-depresivos que pueden
presentarse en el marco del duelo, propios del malestar intenso de esta experiencia”.
“En este sentido es importante preguntarnos qué entendemos por llevarlo bien. Las
emociones desagradables como la tristeza, el miedo y la rabia son muy
necesarias para adaptarnos al mundo, pero tienen mala prensa”, propone Mariona.
“Está socialmente extendido decir que alguien no está bien cuando está triste, pero no
podemos patologizar, negar o bloquear el dolor. Transitar las emociones difíciles es
necesario para atender el mensaje íntimo y profundo que llevan consigo y que nos
ayudarán a procesar la pérdida y adaptarnos al mundo sin la persona amada”.
Por último, una pregunta que planteábamos al principio. Así como la crisis sanitaria ha
creado dificultades en el duelo, ¿qué tanta gente esté viviendo lo mismo es un

factor positivo? “Algunas personas se sentirán confortadas y acompañadas, ya que
su pérdida puede ser comprendida por otras muchas que están transitando por una
situación parecida. Es habitual sentirnos poco conectados con un mundo externo que
parece inalterado. Salimos a la calle y nos damos cuenta de que el mundo sigue en su
frenética actividad, pero para nosotros se ha detenido, y eso es difícil de encajar”.
“El eco de excepcionalidad de la crisis sanitaria a nivel global puede suponer un
espacio donde nos sintamos comprendidos y acompañados, y los funerales de estado o
las ceremonias y homenajes dirigidos a dar visibilidad al sufrimiento humano detrás
del terrible mar de cifras que inundan los telediarios pueden ser de ayuda para muchas
personas”.

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