Investigación

Funerales exprés y árboles en vez de tumbas, los nuevos ritos de la muerte.

El cambio en las costumbres incluye el uso de la tecnología y el respeto por el medio ambiente. También se buscan despedidas más breves y económicas. Siguen creciendo las cremaciones.

“London Bridge is down”. ​Ese es el nombre del operativo ideado por la Reina Isabel II de Gran Bretaña para el día de su muerte.

Todo está perfectamente planeado: el secretario privado de la Reina llamará al Primer Ministro, quien elevará la noticia a los 15 Gobiernos de los países en los que Isabel II es Jefa de Estado y de los otros 36 estados del Commonwealth. La BBC emitirá un comunicado a todos los habitantes de Gran Bretaña que comenzará diciendo: “This is the BBC from London” (Esta es la BBC de Londres).

La Operación prevé distintos escenarios para la despedida según dónde se encuentre la Reina al momento de morir. Si está en Escocia, su cuerpo sería llevado a Londres en tren. Si la muerte la sorprende en el exterior, su cuerpo volvería a bordo del Royal Flight.

El día de la muerte será llamado “Día D”. El funeral comenzará a las 11 de la mañana del día 9 en la Abadía de Westminster, con 2.000 invitados elegidos especialmente por la Reina. Luego, el féretro recorrerá los 40 kilómetros hasta el castillo de Windsor, donde la Reina será sepultada. 

Aunque, está muy claro, no hace falta ser una de las monarcas más longevas y reconocidas del mundo para decidir cómo queremos ser despedidos de este mundo. Pero, a decir verdad, son muy pocos aquellos que tienen en mente qué quieren para su muerte.

Lugar común

¿Qué pasa cuando nos morimos? ¿Es el fin o hay algo más? ¿Hay -como plantea la serie The Good Place– un lugar bueno y un lugar malo al que vamos una vez que abandonamos esta tierra? Estas y muchas otras son preguntas reiteradas que habitan la mente de cualquier mortal.

A algunos les despierta curiosidad en la niñez con la muerte de algún familiar cercano o una mascota, a otros simplemente cuando sienten retumbar de cerca el irremediable destino final. Y es un interrogante con tantas preguntas (e ínfimas respuestas) como personas en este mundo.

Para el filósofo Darío Sztajnszrajber, “la muerte es el final, es el paso del ser a la nada”. Cuando Simone de Beauvoir se despidió de Jean Paul Sartre, su compañero de décadas, escribió: “Su muerte nos separa; mi muerte no nos unirá”.

Evidentemente, nada podremos hacer una vez que abandonemos el plano físico, pero lo que sí se puede hacer es planificar cómo queremos que nos despidan, o de qué forma queremos ser “conservados”.

Para Ricardo Péculo, funeral planner, tanatólogo y especialista en Ritos Funerales, Ceremonial y Pompas Fúnebres (quien además puede presumir de casi 40 años de experiencia), es fundamental tener planificado el velatorio y destino final de nuestros restos.

“Hay que organizar las cosas antes de morirse”, arranca diciendo Péculo en un tono casi imperativo en conversación con Clarín, y critica: “Antes se preveía la muerte porque se aceptaba que uno iba a morir, hoy se niega más. Hay que hablar de ella y aceptarla”.

Hablemos de la muerte, entonces. Para Péculo, existen dos tipos de muerte: “La física y la del olvido, la primera es irremediable y la segunda no la quiere nadie”.

Los rituales fúnebres y las costumbres alrededor de la muerte para muchos son una manera de no olvidar al que se va. En la película Coco, de Disney-Pixar, la canción de la banda de sonido repite una y otra vez “Recuérdame”, y durante el desarrollo de la trama que se lleva a cabo en México, un país que de honrar a sus muertos sabe mucho, uno de sus personajes explica que nuestros ancestros sólo pueden seguir habitando la tierra de los muertos mientras los mortales que los conocieron los tengan entre sus deseos, rezos, palabras y (claro) recuerdos.

El negocio de la muerte

Por supuesto que tener una despedida de la magnitud y el lujo que tiene en mente la Reina Isabel II es inalcanzable para la gran mayoría de los mortales. Aunque un velatorio y una sepultura en la Ciudad de Buenos Aires, tampoco es barato ni amigable al bolsillo. 

Un servicio básico, que incluye a la ambulancia que retira el óbito del lugar de fallecimiento, provisión de ataúd semi plano, gestión ante el registro civil y el cementerio y carroza fúnebre, parte de los 580 dolares. Si a eso se le suma un velatorio, el precio asciende a unos 900 dolares.

Las bóvedas en cementerios exclusivos como el de la Recoleta se venden en sitios web. Por ejemplo, una publicación indica: “Bóveda reciclada de categoría. Ubicada muy cerca de la entrada. En excelentes condiciones, única en su estado, lista para escriturar a perpetuidad. Planta Baja y dos pisos de subsuelo. Capacidad 10 ataúdes y 10 urnas aproximadamente”. Piden 32.000 dólares.

Un nicho tiene un precio mucho menor, parten de los 3.500 dólares, y también se venden online: “Nicho en excelentes condiciones. Listo para transferir y escriturar a perpetuidad”.

El cementerio de la Chacarita también está en el listado de venta. En la misma página una bóveda asciende a 25.000 dólares. Una de las publicaciones describe: “Vendo bóveda reciclada a nuevo. Totalmente vacía, altar, piso y escalera de mármol de Carrara a primer sótano, capacidad 15 ataúdes y urnas, claraboya e iluminación en el techo, con vitraux artístico. Excelente ubicación. Títulos perfectos”.

Un nicho en una galería de la Chacarita va desde los 600 hasta los 1.800 pesos anuales, aproximadamente. Si el nicho es para cenizas y no para ataúd, el costo va desde 300 pesos a 700 pesos de mantenimiento anual. En el caso de sepultura tradicional el costo asciende a 2.400 pesos.

La cremación: una costumbre que no para de crecer

Según la estadística, en la Ciudad de Buenos Aires, en 2018 se registraron 24.082 muertes de las cuáles 13.927 fueron cremaciones. Es decir, que el 57,83% de las personas que murieron optaron, ellas o sus familiares, por la cremación.

Esta es una tendencia que creció en forma notoria durante los últimos 15 años. En 2003, de un total de 30.040 muertes, 9.402 (el 31,3%) optaron por la cremación.

“Con el aumento de las cremaciones ocurre algo interesante y es que se volvieron a utilizar las iglesias. Antes de 1820 se enterraba en los camposantos, después se dejó de hacer y ahora se retoma esa costumbre, pero llevando las cenizas. Recién en 1969 la Iglesia Católica dio el visto bueno para las cremaciones”, indica Diego Zigiotto, periodista, conocedor porteño y autor de Buenos Aires Misteriosa, entre otros títulos.

Los costos de una cremación en la Ciudad de Buenos Aires son de aproximadamente 3.700 pesos para un ataúd grande y unos 1.100 pesos para uno chico, cuando se trata de bebés o niños. Esto no incluye ningún servicio fúnebre, ni el traslado al crematorio.

La realidad es que, más allá de los números fríos, hay una costumbre cultural que muestra que en los últimos años la muerte dejó de ser un ritual con el que todos cumplen, la tendencia se acerca más a las despedidas breves y efímeras.

Ya no es habitual que se realicen, como se acostumbraban, servicios fúnebres durante 24 horas para despedir a un ser querido, así como cada vez se reduce más la cantidad de tumbas mantenidas y cuidadas en los cementerios porteños.

Para Péculo, los mayores cambios en las costumbres funerarias se ven sólo en las grandes ciudades: “En el interior del país no pasa lo mismo. Los velorios exprés suceden acá, en los pueblos no se estila”.

“El ritmo de vida de las grandes ciudades hizo que se hagan despedidas más breves, la gente no tiene tiempo para estar con los hijos, y mucho menos para estar 24 horas en un velorio”, analiza el funeral planner. A la vez que plantea la necesidad de no saltearse las despedidas: “El velatorio no es un acto social, es donde uno comienza psicológicamente a elaborar el duelo”.

Antonio Flores, representante de la Federación Argentina de entidades de Servicios fúnebres y afines (FADEDSFyA), coincide con Péculo: “La cultura en las grandes ciudades, respecto de los ritos funerarios, se ha ido perdiendo. Todo es más rápido, más expréss, todo eso hace que se use la cremación como un método para hacer todo más light”.

“Uno de los ritos que se perdió es el velatorio, y eso afecta a una industria importante que comprende cerca de 2 mil empresas”, agrega Flores con preocupación. En este sentido, admite que “en Buenos Aires las cremaciones son altas, y van a seguir creciendo”.

Ante esta realidad, el representante de FADEDSFyA plantea: “El gran cambio cultural es que ahora el muerto deja de formar parte de la vida cotidiana, las cenizas se esparcen por ahí y uno se olvida”.

Sobre este punto, Péculo apunta: “Esparcir las cenizas es una locura, uno tiene que tener arraigo físico en la tierra con los antepasados”.

Fin de la primera entrega –  Pronto publicaremos la segunda y última parte de esta investigación. Síguenos en las redes sociales.

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