
El proceso de duelo desde la adecuada gestión emocional
El sensible estado emocional en el que nos ubica el proceso de duelo, puede resultar un mundo desconocido del que debemos aprender si o si, pues las opciones son ser controlados o poder controlarnos. En duelo, requerimos de las emociones en su plena evolución, llevarlas al sentir de forma positiva, encontrarles en su interior la valiosa información que nos entregan, atenderlas, comunicarlas, comprenderlas y aceptarlas.
Ellas traen un efecto inmediato, nos informan que seguimos vivos y en contacto con nuestro entorno y nos ayudan a entrar en el embotamiento afectivo como si nos ausentáramos de la vida propia. Las emociones son reacciones complejas en las que involucramos mente y cuerpo, un sentirse bien o mal; un impulso para actuar, esto es llorar, evitar, negar, etc. y una respuesta fisiológica como alteración del ritmo cardiaco, sensación de vacío, sudoración, entre muchas otras.
El duelo emocional es un proceso de adaptación que nos permite restablecer el equilibrio personal ahora alterado, recordando que las consecuencias están directamente relacionadas con todo lo que hemos perdido y también con el modo en el que se ha producido la pérdida, el tiempo y calidad de la relación, etc.
El asunto emocional se enmarca dentro de los predicados de la Inteligencia Emocional, que nos indica en sus pilares que desde el autoconocimiento se requiere que generemos conciencia de nuestro ser, de las propias emociones, una valoración adecuada de debilidades, fortalezas y de la confianza propia.
Desde la auto regulación, mantenerse en control emocional, esto es respirando adecuadamente, ese cuente hasta diez antes de revisar la forma de comunicarse, entender que se vive un proceso de cambio en el que se hace imperativo aprender a gestionar tanto conflicto y ser flexible.
Encontrar formas de motivación, comprometerse, abrirse a nuevas iniciativas, mantener el optimismo; buscar formas de desarrollo de la empatía, comprendiendo también el dolor de los demás, potenciando tus capacidades, orientándose al servicio; y como último pilar, desarrollar nuevas habilidades sociales, desarrollar nuevas formas de relacionarse y generar nuevas redes sociales.

Se vale así darle una gran bienvenida a la curiosidad, aprender más sobre la gestión emocional, volver a la capacidad de asombro generando nuevas posibilidades, traer a cuestas la paciencia, manejar asertivamente la incertidumbre, gestionar los fracasos y los errores.
Trabajar el resentimiento, la culpa, el enojo, desde el aceptar la situación presentada, ya sucedió, tengo derecho a reclamar promesas no cumplidas y también a buscar soluciones; trabajar la eliminación de juicios y afirmaciones equivocadas; aceptar las críticas y reclamos con dignidad, aprender a pedir desde las propias necesidades; encontrar emociones de ternura y compasión ante los otros; agradecer lo vivido, perdonar y perdonarse.
Una gran mayoría de personas cae en el error común de pensar que la Inteligencia emocional es equivalente a controlar el no sentir las emociones, algo no posible ni conveniente pues de la represión salen las malas decisiones; aprendamos a ver la IE como la ciencia de identificar lo que sentimos y de manifestar acertadamente la emoción que se está viviendo, dejando de creer que son un estorbo, y recibirlas como la más poderosa fuente de información.
El dolor y el sufrimiento aparecen en diversos momentos de la vida de los seres humanos, es inevitable, por tanto, la manera como nos enfrentamos a las circunstancias hacen la diferencia; desde la Inteligencia Emocional todo puede resultar más fácil.