Latam

La muerte en tiempos del Covid-19

En el mes de diciembre de 2019 el mundo cambió, la presencia del virus Covid-19
generó patrones de aislamiento y el sector funerario no fue ajeno a esta situación, en
países como España e Italia a medida que aumentaban el número de contagiados y
posteriormente los decesos se implantaron medidas sanitarias que pretendían
preservar la vida y evitar el contagio, sin embargo estas medidas que incluían el
traslado del cadáver empacado en varios plásticos protectores dentro de su féretro, el
constante proceso de limpieza y desinfección tanto de las morgues permanentes o
improvisadas y de los transportes para llevar el cadáver y la cremación o inhumación
sin presencia de acompañantes trastocaron el ritual y el duelo que sienten las personas
ante la pérdida de un ser cercano y el manejo de “su” muerto, porque ese cuerpo , ese
muerto era suyo.
En Colombia se miraba con cautela los casos presentados en China y en Europa,
alistándonos para una eventual llegada del virus, sin embargo, era una situación que
se consideraba lejana. Se plantearon los protocolos correspondientes para la
disposición de cadáveres con Covid -19, se ajustaron planes de contingencia y se
esperó lo mejor. Lamentablemente el virus llegó a América y no tardó en entrar a
nuestro país en el cuerpo de una viajera que procedía de Europa y que se convirtió en
la primera paciente positiva para Covid-19 y fue necesario empezar a enfrentar la
pandemia desde diferentes frentes, comenzaron las restricciones y se pidió que
hubiera distanciamiento social y restricciones de conglomeración, fue ese el momento
en que se restringió el ingreso a los cementerios autorizando cierto número de
personas, y quienes estaban acostumbrados a ir a visitar a su muerto quedaron
desolados ante la imposibilidad de poder hacer la visita a este espacio, se sintieron
desprotegidos al no poder ejercer el derecho de estar al lado de su muerto. Estas
medidas fueron necesarias y tomadas de manera juiciosa ante la evidencia sobre las
conglomeraciones y las implicaciones en los procesos de contagio del virus, de esta
manera se fueron quedando solos los cementerios, recibiendo cortejos con un reducido
número de personas, otras veces féretros solitarios ante el temor de contagio, pronto
se vio también afectada la normalidad en las funerarias y salas de velación que
adecuaron sus procedimientos de manera tal que se limitó el número de personas

presentes en las salas de velación y se comenzó a imponer el uso de los ambientes
virtuales para que quienes no podían ingresar a las salas, tuvieran la alternativa de
despedir a su cadáver de manera remota, sin embargo este era un beneficio reservado
para aquellos que no fallecían por Covid-19.
Por otra parte, el procedimiento para quienes eran catalogados como sospechoso o
positivos por Covid tiene como característica generalizada el protocolo de manejo que
implica medidas biosanitarias, es decir una vez se reporta el cadáver debe ser
trasladado al cementerio para hacer la disposición del cadáver, para el caso de Bogotá
con única opción de manejo en la cremación de restos sin preparación en laboratorio
de tanatopraxia. En otras ciudades como Barranquilla a medida que aumentaron los
decesos se hizo necesario autorizar las bóvedas para inhumar cadáveres positivos o
sospechosos de covid, cubriendo la emergencia sanitaria, pero aplazando la
emergencia ambiental que se puede generar en unos años cuando sea necesario
realizar la exhumación de estos restos y dada las condiciones de empaque
seguramente sin el proceso de reducción esquelética, suponemos que pasada la
emergencia este tema se discutirá.
El procedimiento es correcto para el manejo de pacientes sospechosos o positivos o de
los cadáveres con estas características, sin embargo, contiene el componente de
aislamiento de privar de la compañía al enfermo, del despedirse correctamente de
quien fallece con la angustia del pensamiento sobre la certeza de la muerte de su ser
querido en soledad, sin tener alrededor a los suyos.
Ante el panorama de congestión en los centros hospitalarios y el temor de tener que
afrontar la enfermedad y tal vez la muerte solo, algunas personas prefirieron ser
cuidados en casa y el morir en casa también tiene su protocolo, las entidades
promotoras de salud han destinado líneas para educar a los familiares sobre
procedimientos de manipulación del cadáver en tanto llegan a recogerlo, algunas veces
transcurridas muchas horas.
Ante la implementación estricta de tan variados protocolos y los procesos que implican
el manejo de estos cadáveres se han presentado carencias, se ha visto como se
comienza a dejar de lado los rituales no por gusto sino por necesidad y se empezó a
ver en la población que el proceso de llanto y vacío comienzan al entregar al enfermo
al sistema de salud para que sean tratadas sus complicaciones de salud con la zozobra
de no volverlo a ver, de esta manera el duelo comienza para muchos con la llegada
de la ambulancia o con el traslado del enfermo al centro de salud.

Con la llegada del Covid ocurrió otro fenómeno, los protocolos sanitarios fueron en
contravía de los rituales y las costumbres de las diferentes etnias presentes en las
regiones colombianas a pesar que dentro de las recomendaciones dadas por la
organización mundial de la salud del respeto por los rituales tradicionales de las
diferentes etnias. Y quedaron presentes los enojos y la imposibilidad de realizar el
cierre a los rituales que se hacen ajustados a las costumbres ancestrales, dejando
dolor e incertidumbre sobre el buen morir.
La muerte se volvió pública para los casos sospechosos o positivos de covid y los
dolientes tuvieron que trasladar su angustia y dolor a sus casas imposibilitados de
acompañar a su muerto y de ser confortados por familiares y allegados ante la orden
de aislamiento por consiguiente este proceso de duelo no se vivió de manera
completa y fue aplazo hasta por quince días tiempo en que para algunos casos se dio
la entrega de las cenizas de su ser querido, pero era indispensable respetar los
protocolos para evitar contagios y quienes acompañaron a los cuerpos fueron los
empleados de las funerarias quienes se convirtieron en el apoyo de los dolientes a
través de las puertas cuando se les permitía a lo lejos mirar desde la distancia la
entrada de la carroza fúnebre con los restos de su muerto, y dirigirse al área destinada
para los cadáveres del covid, esta situación se repitió con el paso de los días cada vez
han sido mayor la cantidad de personas que se quedan con la angustia de no haber
podido despedir a su muerto como era debido, los psicólogos y psiquiatras tendrán que
hablar de estos procesos y realizar los acompañamientos necesarios para que la
población afectada logre hacer un duelo colectivo y pueda cerrar sus procesos de
duelo.
Para aquellos que fueron depositados en bóvedas o lotes al interior de los cementerios
vienen procesos diferentes, en atención a que se deberá generar algún protocolo que
contemple el proceso de exhumación para aquellos cadáveres que fueron dispuestos
bajo esta modalidad en tiempos del covid, y probablemente se vivirán rituales y
procesos de duelo atrasados.
Los espacios funerarios probablemente cambiaron en tanto se controla la pandemia,
las flores, las lapidas y demostraciones de cariño hacia el muerto se están aplazando,
esperando tiempos mejores. Los duelos los hacen las personas junto a sus muertos, la
circunstancia vivida por todos no lo permitieron, no alcanzamos a medir si las
ceremonias en casa fueron suficientes para realizar el cierre correspondiente o se
seguirá pensando que no fue suficiente o lo mismo

La vida como la conocíamos volverá, esta situación pasará tan pronto se encuentre
medidas de protección efectiva, sin embargo, en tanto esto ocurre es necesario
mantener en el radar medidas de salud mental y cuando todo pase como sociedad
tendremos que realizar un ritual que involucre a quienes tuvieron que aplazar su duelo
durante la emergencia. Las pérdidas de seres queridos han sido muy duras en tiempos
de aislamiento y es necesario hacer duelo y luto colectivo en honor de aquellos seres
humanos contagiados que tuvieron que morir en soledad.

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Astrid Ximena Parsons

Colombia.Licenciada en Biología. Msc en Gestiona Ambiental para el Desarrollo Sostenible, actualmente me encuentro terminando el Doctorado en Educación. Docente de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Facultad del Medio Ambiente y Recursos Naturales - Secretaria de la Red colombiana de patrimonio funerario con experiencia investigativa en el manejo técnico operativo y ambiental del servicio funerario.

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