Investigación

Reflexiones sobre una sociedad viva y el cuerpo inerte

Estamos en una época en la cual ha cobrado más importancia el yo, el culto al cuerpo, lo banal, una vez asistí a la lectura de enseñanzas que imparte el templo de budismo tibetano aquí en Montevideo y se mencionó algo muy interesante, que en su momento no le di la importancia necesaria y, es que si en lugar de enseñarnos el “Yo” como el primer pronombre personal singular, aprendiéramos el “nosotros” entonces sería más sencillo ser empático y solidario pues entenderíamos al “yo” como “todos” y entenderíamos que nuestras acciones afectan a todos los que nos rodean.

La sociedad y la forma en que nos crían tampoco colabora en concientizarnos sobre generar empatía y solidaridad: “Los embates del mercado, que vende lo superfluo estimulando la autocomplacencia, han pulverizado la vergüenza del narcisismo que compartía la mayoría de las culturas tradicionales. De este modo, el pronombre “yo” (en inglés, I) se ha transformado en el prefijo de varios productos exitosos: iPod, iBook. La palabra “egoísta”, que antes representaba un insulto, se ha convertido en un perfume de moda (Égoiste), mientras que otro se llama Envy me (envídiame), ya que la envidia se ha convertido en una virtud” expone Luigi Zoja en su libro “ La muerte del prójimo”, en el mismo texto menciona algo llamado “neuronas espejo” estas son las capaces de percibir y apropiarnos del dolor ajeno; las ejemplifica con el comportamiento de un mono que sabe que al accionar una palanca obtendrá un plátano pero que, al percibir que ésta misma palanca causa sufrimiento a su igual entonces deja de accionarla a pesar de su obvio deseo por la fruta, es decir, la solidaridad ya existe a nivel instintivo.

La verdadera solidaridad necesita de cercanía, dice Zoja. Recuerdo, en “Bienvenido Dolor” de Pilar Sordo, que menciona a las personas invisibles, aquellos que nos cruzamos, quizás todos los días, como el guarda o conductor del bus, el guardia de seguridad del supermercado, recepcionistas, limpiadoras, etc, a los que no se les dice ni los buenos días, y plantea lo siguiente, cómo podría una persona que es ignorada durante ocho horas estar feliz, lo menciono púes es la falta de conciencia de comunidad, la deshumanización del prójimo la que dificulta empatizar, “ la verdadera solidaridad necesita de la cercanía” , el Instituto Nacional de Estadística de Francia registró que en sólo catorce años, hacia finales del siglo XX, las conversaciones del vecindario disminuyeron en el 26%, quizás deberíamos comenzar por entendernos como “todos” y no como “yo”.

Posiblemente evitamos la empatía y solidaridad por el peso de la conciencia del “todos”, es más sencillo centrarse en uno mismo y no cargar con la responsabilidad de ayudar al de al lado.

El termino “donación” suele referirse a transferencias de divisas a terceros, acto que requiere de un esfuerzo ya que el dinero es la fuente de nuestra comodidad y seguridad social. Sin embargo, permitir el uso postumo de nuestros órganos, de prótesis, marcapasos, o incluso el cuerpo entero no conlleva ninguna perdida ya que se dá luego de nuestro fallecimiento.

Luego del fallecimiento, y perdón por la crudeza de mis palabras, el cuerpo se descompone, y parte del mismo puede mejorar la calidad de vida de alguien, incluso salvarle y sin embargo preferimos permitir la desintegración del cuerpo en una estructura de madera o reducirlo a cenizas desperdiciando así la posibilidad de ayudar a las personas que muchas veces mueren en lista de espera por un donante.

Según el estudio realizado por el Departamento de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, los motivos que influyen sobre la dificultad de las personas para ser donantes de órganos, son la escasez de información y de sensibilización sobre el tema, además de la concepción cultural sobre la muerte que se preocupa más del cadáver propio que por el prójimo vivo.

En Uruguay, si bien hay una ley en la cual todos somos potenciales donantes, Ley 18.968 (https://legislativo.parlamento.gub.uy/temporales/leytemp9671196.htm), muchas veces la familia no accede a que del cuerpo de su familiar se extraiga un fragmento u órgano, demora o no es participativo en los trámites correspondientes. Por otro lado, en el estudio antes mencionado, exponen la innecesaria burocracia para realizar trasplantes, es crucial actuar con rapidez y realizar la intervención lo antes posible.

Muchas personas, si no la mayoría, están de acuerdo en que tomar órganos de cualquier fuente es una práctica justificable dentro de ciertos límites éticos, pero, desafortunadamente, las controversias resultan de la incapacidad de definir exactamente dónde se encuentran esos límites” (Childress 2001).

En un intento por erradicar las malas prácticas éticas dentro de los diferentes programas de donación de órganos en todo el mundo, la OMS (2010) introdujo una revisión de los ‘Principios rectores sobre el trasplante de células, tejidos y órganos humanos’, un marco que se centra en la defensa de la donación ética de seres vivos y fallecidos. Los principios rectores son aplicables internacionalmente en el mundo de la donación y el trasplante de órganos y tienen como objetivo proporcionar un marco ordenado, ético y aceptable para la adquisición y el trasplante de células, tejidos y órganos humanos con fines terapéuticos.” Increasing organ donation in the North West South Asian community through targeted education de Agimol Pradeep

Otro factor es la falta de información para inscribirse como donante. En el caso de Uruguay, si está en Montevideo, puede dirigirse al Hospital de Clínicas en el 4º piso; y si está en el interior puede comunicarse a las siguientes direcciones: http://www.msp.gub.uy/descentralizaci%C3%B3n y http://www.correo.com.uy/index.asp?pagVal=482

En caso de querer donar su cuerpo a la Facultad de Medicina debe dirigirse a la misma y presentar el protocolo que allí le facilitarán y la copia de la expresión de su última voluntad; existe la posibilidad de que los familiares de una persona fallecida donen el cuerpo de uno de sus miembros, hay un formulario al que fácilmente puede acceder, esta donación pueden realizarla los miembros más cercanos de la familia como él o la cónyuge, hijos, padres.

En estudios realizado por el Departamento de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, esclarecen la necesidad de replantearse la muerte, debe ser más “realista, coherente y objetiva” a su vez replantearse la “responsabilidad que se contrae respecto a la persona viva y a la persona muerta a la hora de negarse a la extracción de los órganos de los familiares.

“La escasez de donantes fallecidos ha provocado un mayor interés en la donación de vivo con el riesgo de que un donante de riñón vivo tenga una tasa de muerte de 1 en 3000, mientras que la donación de hígado vivo (de adulto a adulto) conlleva un riesgo de muerte para el donante a 1 en 100 (ODTF 2008). La grave escasez de donantes fallecidos ejerce presión sobre los pacientes, los médicos y los comisionados para que acepten riesgos para la vida de una persona sana y en forma, como en el caso de los donantes vivos.” expone Agimol Pradeep en su investigación.

Una mirada psicológica de la Dra. Silvia Natenson Donación de órganos: “Se debe crear una cultura del trasplante, aceptar como muerta a la persona diagnosticada con muerte cerebral y concientizar a la población que los órganos de una persona fallecida, pueden prolongar merced a la transplantología, la vida de muchas personas (…) El miedo a la muerte propia, es negado y la donación puede constituirse en la concreción de ideales y expresión del narcisismo.”

La legislación sobre donación de órganos requiere recursos adecuados para cubrir muchas preocupaciones éticas importantes, que incluyen: criterios para la muerte del tronco encefálico, consentimiento, registro de donantes, regulación ética de las instituciones y profesionales de la salud y prevención de trasplantes comerciales (Gabr 1998). Como tal, es esencial que los profesionales de la salud involucrados en la donación y el trasplante de órganos comprendan las pautas legales y las cuestiones éticas para la aplicación clínica en su práctica diaria (Rahman et al. 2009).” dice Pradeep

Además del cuerpo también se puede donar por ejemplo los marcapasos, de poseer uno el extinto, para su posterior reacondicionamiento e implantación en personas carenciadas, como plantea la fundación Corpore Sanus que opera en Uruguay y Chile. Puede obtener más información comunicándose por mail a: fundacion.corpore.sanus@gmail.com.

Creo muy necesario honrar la memoria del que se ha ido, los rituales de paso, como el velatorio, que permiten ubicar a un miembro de la sociedad en otro estado, son necesarios pues brindan a los familiares y deudos una instancia de despedida y cohesión social, además esta instancia, muchas veces, pasa a ser el único encuentro para una despedida digna además de enfrentarnos a nuestra finitud, crudeza necesaria para enfrentar a la muerte, civilizarla y naturalizarla.

Nuestro cuerpo, al fallecer, “será como una vieja corteza abandonada” como dice El Principito de Antoine de Saint-Exupery, nosotros dejaremos este planeta, no llevaremos nuestro cuerpo ni aquello que se nos ha colocado para llevar una vida de calidad, como aparatos clínicos o prótesis, éste sólo se descompondrá dejando una osamenta de poca utilidad. Si bien nuestro cuerpo sin vida desaparece, nuestra empatía puede vivir para siempre en otros seres.

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Javiera Nùñez

Uruguaya. Soy Licenciada en Artes Plásticas y Visuales, egresada de la Facultad de Bellas Artes en Uruguay. Asesora de servicios fúnebres, especialista en ceremonia exequial, tanatopractor, auxiliar forense en técnicas de autopsias y toma de muestras.

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