
La labor funeraria ayer y hoy.
Podríamos decir que la muerte, es un hecho implícito a la vida cotidiana que confronta el ser humano desde el principio de los siglos, es una certeza absoluta, que la mayor parte del tiempo afrontamos con miedos y costumbres, y que con el paso de los años hemos ido excluyendo y apartando de nuestro entorno por el temor a sufrir dicha experiencia, hasta el punto de convertirla en un tabú. Según nuestra cultura, el sólo hecho de nombrarla o aceptarla nos hace pensar en la muerte como un fracaso; ya sea personal, biológico, médico y hasta tecnológico que se asocian a la preocupación y el miedo que hay tras ella con la religión, generando esperanza ante el gran misterio de la vida; LA MUERTE.
Algunos de nuestros aborígenes como los Aztecas, prestaban especial atención a los ritos funerarios para asegurar la supervivencia de sus muertos y que éstos ejercieran su acción protectora sobre los vivos, para ello utilizaban como amuletos objetos que pertenecían a sus muertos y los llevaban encima para que les protegiera.
Los Incas, constituían una aristocracia que dominaban las sociedades vencidas, para ellos la muerte llegaba por la mala voluntad de las personas, por sus deidades enfurecida por algún pecado, por la falta de culto o por el contacto especial de espíritus maléficos enfurecidos como el viento o el agua, por lo que pensaban que la sanación solo vendría de fuentes sobrenaturales como la magia o la religión.
En las culturas africanas la adoración y culto a los muertos se viene practicando por siglos. Para éstas culturas, sus muertos nunca desaparecen, por lo contrario, la reencarnación está siempre presente, como animas o espíritus que pueden tomar cualquier forma natural o animal; de ésta manera sus muertos siempre forman parte del clan y nunca abandonan la comunidad, para ello debían realizar sacrificios para prolongar su existencia en el otro mundo y que así, fueran capaces de reencarnarse y nunca dejar de ser. Para ellos la adoración a los antepasados ayudaba a mantener el nexo entre ambos grupos, los vivos y los muertos y con ello prolongar la vida de la comunidad en general.
La idea de la muerte ha sido abordada desde distintas disciplinas: Filosofía, Antropología, Medicina, Psicología, entre otras, que enfocan el quehacer del hombre, donde encontramos que la muerte al igual que la vida está condicionada por factores biológicos, psicológicos y socioculturales. Si bien es una inquietud que aparece en cualquier momento de la vida, basta toparnos con la muerte más o menos de cerca, para que la idea se vuelva movilizante, pero siempre en estos casos, es claro que la muerte es de otros, es ajena.
Como hemos visto, a través de la historia, las actitudes frente a la idea de la muerte han ido variando a través del tiempo y de las distintas sociedades y culturas, lo que imprime un sello único; esto viene dado en gran medida por la historia personal en cuanto a las pérdidas vividas y forma de elaborar duelos frente a las mismas. Es por ello, que trabajar en el campo funerario no es fácil, a diferencia de otros muchos trabajos, el funerario debe poseer muchas cualidades; debe ser amable, sensible, empático, psicólogo, cercano, logopeda, escritor, médium, adivino, muchas veces invisible, fuerte mental y corporalmente, y podría seguir mencionando muchísimas cualidades que debe poseer el personal funerario, pero sobre todo, nunca olvidemos el ser humano que está detrás de este gran profesional.
A medida que la humanidad avanza y la innovación acapara nuestra sociedad, el campo funerario ha tomado gran importancia en nuestra vida, siendo una de las áreas empresariales donde, aparte de los muchos productos y recursos como pueden ser: los ataúdes, las flores, las urnas, las lápidas, las ceremonias, etc., es el factor humano quien tiene mayor responsabilidad. Trabajar con las emociones y sentimientos de otros, en los momentos donde los clientes son más vulnerables por el proceso de duelo no debe ser fácil, es ahí donde impacta el profesional funerario: el funerario, tanatopractor, embalsamador, asesor, recepcionista, maestro de ceremonias, y muchos más, todos ellos a diferencia de lo que muchos creen, todos estos profesionales sienten, piensan y se emocionan al sentir el dolor de los demás; al igual que tú y que yo, son padres, madres, hermanos, parejas, nietos, sobrinos, primos, amigos, son seres humanos que han aprendido a gestionar y enfocar sus emociones, utilizando como referencia las familias afectadas por la pérdida; proyectando toda su profesionalidad en aliviar y cumplir con las exigencias, peticiones y necesidades que han generado sus clientes para que la despedida cumpla con sus expectativas.
Hoy quiero dar gracias a todos los profesionales que trabajan en éste campo y que con su calidad humana han transformado el sector, rompiendo con el tabú y las creencias, transformando todo lo prohibido y oscuro que significó la muerte por muchos años, en un momento para celebrar la vida de ese ser tan querido que se ha ido, aceptando y comprendiendo que nos ha dejado hermosos momentos y vivencias que recordar y festejar por el resto de nuestra vida, y así sucesivamente.
¡Gracias compañeros por ser la diferencia!